Volver a empezar después de un ACV: el trabajo multidisciplinario detrás de la rehabilitación
Tras superar la fase más crítica del accidente cerebrovascular, comienza un camino clave con neurólogos, fisiatras, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales y fonoaudiólogos, quienes en conjunto ayudan a que el paciente pueda recuperar la independencia y retomar su vida.
Cuando una persona tiene dificultad para hablar, pierde fuerza en un brazo o una pierna, se le tuerce la boca o ve borroso, podría estar sufriendo un accidente cerebrovascular (ACV). En este caso, el acudir rápidamente a un servicio de urgencia es fundamental, ya que el tiempo es clave para reducir las secuelas. Sin embargo, superar esta etapa aguda es solo el comienzo.
La recuperación de un paciente que ha sufrido un ACV requiere de un largo trabajo en el que intervienen distintos profesionales, que buscan favorecer la recuperación física, cognitiva y funcional. Este enfoque permite que el avance sea integral, abordando tanto los desafíos físicos como emocionales.
“Hay pacientes que al principio uno los ve clínicamente muy inestables, con mal pronóstico funcional, que necesitan por ejemplo un tubo para respirar y otro para alimentarse, y después a través de la rehabilitación ese paciente se va con mayor independencia. Por eso este es un proceso interdisciplinario, ya que el fisiatra marca los hitos de rehabilitación que se buscan, mientras que uno como neurólogo trata de mantener al paciente en las mejores condiciones clínicas para poder progresar y lograr esos objetivos”, indica el Dr. Michel Martin, neurólogo del Hospital de Coquimbo.
El pronóstico sobre la gravedad del daño que produce un ACV es complejo de determinar, ya que algunos déficits son evidentes al inicio, pero pueden mejorar con la rehabilitación. Es por eso que el rol del médico fisiatra resulta fundamental, pues es quien define los objetivos terapéuticos y coordina el trabajo del equipo que acompañará el proceso de recuperación, el cual puede estar integrado por kinesiólogos, fonoaudiólogos y terapeutas ocupacionales, según las necesidades de cada paciente.
“Existen objetivos de rehabilitación desde la etapa 0, aún durante el periodo de neuroprotección, a través de la adecuada instalación de los apoyos de posicionamiento del usuario y la movilización pasiva para prevenir vicios posturales, entre otros. En etapas tempranas también se realiza la evaluación de la capacidad de proteger su vía aérea, dependiendo del nivel de conciencia y colaboración del paciente, y se decide la forma de alimentación, además de la progresiva estimulación cognitiva hasta que pase el periodo de neuroprotección. Las prioridades se definen a través de una evaluación de las dimensiones comprometidas por el daño neurológico, y así se van estableciendo los requerimientos. Algunas veces, por la propia presentación del ACV o la magnitud del daño, hay pacientes que no requieren la incorporación de todo el equipo de rehabilitación, y es a través de la evolución y la revisión periódica de los objetivos alcanzados, que se va estableciendo cuándo es el momento de retirar la participación activa de uno de los miembros del equipo”, señala la Dra. Ruth Álvarez, fisiatra y jefa del Servicio de Medicina y Rehabilitación del recinto.
Volver a hablar, comer y escribir
Cuando una persona sufre un ACV, las 48 horas posteriores se centran en asegurar su vida. Sin embargo, tras superar esta etapa aguda, lo primordial es empezar cuanto antes la rehabilitación. Muchos pacientes presentan dificultades para hablar o tragar alimentos, ya que el cerebro es quien controla el lenguaje y la coordinación de los músculos que realizan estas acciones, y cuando se daña, pueden afectar la nutrición e incluso aumentar el riesgo respiratorio.
“Nos encargamos de pesquisar cualquier alteración que pueda interferir en la seguridad del paciente y buscamos las estrategias más adecuadas para evitar complicaciones, como por ejemplo las neumonías por aspiración. La comunicación también es un factor importante, nos preocupamos de pesquisar dificultades en el lenguaje, ya que estas alteraciones van a interferir en cómo interactúan con su entorno. Es muy emocionante ver que una persona puede volver a comer, que puede comunicarse, y que poco a poco va recuperando funcionalidad. Lo que para nosotros es tan cotidiano, para los pacientes puede ser un gran desafío”, explica Camila Mardones, fonoaudióloga del Hospital de Coquimbo.
La importancia de la familia en la rehabilitación
Otro de los retos en la recuperación es restaurar las funciones básicas, es decir, que la persona sea capaz de ir al baño sin ayuda, pueda vestirse, controlar esfínter, recuperar la fuerza muscular, el equilibrio y la marcha, entre otros aspectos. Es en este proceso donde se involucra el kinesiólogo y terapeuta ocupacional, quienes a su vez comienzan a sumar a la familia en este camino.
“La rehabilitación ambulatoria es la etapa más crucial, ya que en ella el paciente logra recuperar entre un 80 y un 90% de su funcionalidad. En esta parte nos enfocamos en que aprenda a escribir de nuevo, a memorizar cosas, a coordinar, entre otros detalles. Más adelante pasamos a la etapa de la reinserción social, donde tiene que volver a trabajar, quizás con alguna disfunción o alguna discapacidad. En este proceso la familia tiene que entender que el paciente ya no es el mismo, quizás físicamente se vea igual, pero cognitivamente va a haber algún cambio. No puedo involucrar a un familiar que no que no acepte que el paciente ya no es el mismo que antes, que piense que con su rehabilitación va a recuperarlo al 100%. Hay que entender que la persona que sufrió un ACV tiene una lesión en su cerebro, y la recuperación es una compensación de funciones, pero no una recuperación de ellas. Entonces la familia es bien importante, porque tiene que comprometerse con la rehabilitación”, detalla Julio Fernández, kinesiólogo encargado del Policlínico de neurorrehabilitación en el Hospital de Coquimbo.
Esta misma mirada comparte Karina Valderrama, terapeuta ocupacional del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación, quien destaca la importancia de aplicar lo aprendido en el hogar.
“Dependiendo del tipo de persona y del ACV, hay pacientes que quedan con muchas secuelas y otros no tanto. Sin embargo, se alteran los roles, la rutina y la dinámica familiar, por lo tanto, tenemos que buscar cómo ir readaptándolo a eso. Lo más importante es incorporar de a poco las actividades propias de la rutina diaria, de menos a más, y tener ojo de no ayudarlos excesivamente, sino que dejar que el paciente realice las actividades por sí mismo. Cosas tan simples como que puedan lavarse las manos, los dientes, incorporar la alimentación independiente, entre otros. Muchas veces la familia tiende, por protección, a hacer las tareas por el paciente, pero hay que incentivarlos a que lo hagan por sí mismos y aplicar todo lo que se les enseña durante las sesiones en el policlínico”, explica.
Sin duda, la rehabilitación tras un accidente cerebrovascular es un proceso largo y desafiante, que no solo implica recuperar movimientos o palabras, sino también reconstruir la autonomía, la confianza y la identidad de cada persona. Es en este camino donde se involucran distintos profesionales, quienes, con dedicación y empatía, ayudan al paciente y su familia a enfrentar los desafíos y avanzar hacia una nueva etapa de la vida.










